Aprendiendo a ser feliz

Aprendiendo a ser feliz - PsicoÓptima
Aprendiendo a ser feliz.
«La felicidad no llega de forma automática…La felicidad se construye, cosa que exige esfuerzo y tiempo.» Luca Y Francesco Cavalli-Sforza.

Aunque es necesario, como decía Maslow en su famosa pirámide, tener cubiertas las necesidades fisiológicas básicas para la supervivencia de alimentación, vivienda, salud, descanso, sexo, homeostais, etc… una vez cubiertas estas y las que nos hacen sentirnos seguros respecto a su satisfacción como el dinero o empleo para lograrlo, parece que lo que puede hacernos más felices son las relaciones sociales, vivir en pareja, tener un círculo de amistades, alimentar relaciones satisfactorias, por ejemplo con los miembros de la familia…

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Qué nos hace felices

Pero, además, está comprobado que el ser humano tiene la necesidad innata de autorrealizarse, de fomentar su propio desarrollo personal y su crecimiento individual para llegar a ser quien quiere ser.

La actividad es, por tanto, imprescindible para la felicidad, como decía Arthur Schopenhauer.

Algo importante es tener en cuenta nuestra subjetividad, cada uno estamos en un momento distinto de nuestra vida y su forma de autorrealizarse será diferente y, así mismo, su nivel de realización, porque cada uno tenemos nuestros propios conflictos internos e intereses, somos «nosotros y nuestras circunstancias», como decía Gasset.

No podemos dejar de lado, las necesidades de seguridad. Están relacionadas con la supervivencia del ser humano pero sobre todo, con su calidad de vida y la forma satisfactoria de relacionarse con su entorno.

Tener un vínculo seguro desde la infancia con sus padres y el resto de la familia de origen predispone a las personas a conformar una personalidad más equilibrada, pero necesitamos también la seguridad física, la seguridad en el empleo o en los ingresos, para quien vive de las rentas, de unos principios morales que dirijan nuestras decisiones, seguridad de que cuidamos nuestra salud, sentirse protegido dentro de nuestro grupo social, estable, etc…

Una vez conseguido esto, la felicidad depende más de nuestra forma de ser que de nuestra capacidad para tener. Es decir, tener más posesiones materiales, una vez cubiertas las básicas, no garantiza mayor felicidad. Tampoco el estatus social ni los títulos universitarios, aunque ocasionalmente la mayor consideración con que puedan tratarnos socialmente por ellos puedan darnos alguna satisfacción.

Tampoco es garantía la mayor belleza física, no se es más feliz siendo más bello/a, sino aceptándose o queriéndose más y mejor a uno mismo.

Podría hablarse de la necesidad de pertenencia al grupo, de sentirse socialmente reconocido y arraigado. No sentirse solo. Maslow lo describe como la necesidad de autoconfianza, respeto y éxito, todo en la medida de cada uno subjetivamente. Como dice Emilio Duró, para un niño pequeño el éxito puede ser no hacerse pis en los pañales y para un adulto aprender a conducir, por ejemplo; todo depende del momento y circunstancias vitales de cada uno.

Aprendiendo a ser feliz, siguiendo algunas pautas

Hay algunas pautas que pueden ayudarnos a sentirnos más felices, y serían:

1-Pensar positivamente. La felicidad está ligada a la «sensación» de ser feliz. Esta sensación es posible modularla parcialmente. Y esto lo conseguimos eligiendo conscientemente nuestra forma de pensar y afrontar los hechos. Si elegimos un vocabulario interior y exterior más positivo o menos negativo, será un comienzo. Por ejemplo, cambiando obstáculo por desafío, imposible por poco probable, catástrofe por gran contrariedad etc. A la vez desarrollamos otra mirada, pensando qué podría ver de significado más positivo a cada hecho, o qué lección sacar de él…

2-No compararse de forma nefasta. Si comparamos con lo bien que nos fue en el pasado, con lo que había imaginado poder lograr o con otras personas que han tenido mejores resultados en lo que queremos lograr, nos sentiremos mal irremediablemente. Haz todo lo mejor que puedas y cuando se te venga el impulso de la comparación, échalo con todas tus fuerzas.

3-Expresa tu gratitud. Expresar frecuentemente tu gratitud por lo que recibes y lo que vives podría calificarse de Terapia milagrosa. Ayuda a ver el lado positivo de nuestra vida, favorece las buenas relaciones, relaja y produce felicidad.

4-Aprende a perdonar. Perdonar no es olvidar ni mucho menos admitir ni justificar el daño que nos hicieron. Pero sobre todo no es permitir exponernos a que vuelvan a hacérnoslo. Es renunciar, según el caso a castigar y odiar e, incluso, a veces, a juzgar. No es sinónimo de reconciliación, ni de restaurar los lazos con el ofensor. Perdonar es renunciar al odio y a la cólera, soltarla, alejarla de nosotros para que no nos dañe. «Aferrarse al odio es como coger un trozo de carbón ardiendo para tirárselo a alguien, eres tú quien se quema», como dice el budismo. Para perdonar hay que hacer un ejercicio de empatía, ponerse en el lugar del otro y entender sus motivaciones y circunstancias aunque no nos gusten.

5-Sé generoso, altruista. Está comprobado que ser altruista produce bienestar. Haz buenas obras y constatarás el gozo y satisfacción que te produce hacerlas. Practica la compasión hacia los demás y te sentirás mejor.

6-Saborea los pequeños placeres de la vida si estás aprendiendo a ser feliz. No valoramos estas pequeñas fuentes de satisfacción hasta que nos ocurre algo que nos impide disfrutar de ellas. Algo tan sencillo como escuchar una canción, charlar con un amigo, dar un paseo, ver una película, visitar a un familiar, hacer sexo, disfrutar de una buena comida… puede darnos sensación de bienestar y ser una válvula de escape para los momentos duros o de verdadero estrés.

7-Cuida tu cuerpo. Un cuerpo sano y en forma es una fuente de gozo incuestionable. Cuida la alimentación, el sueño, el descanso, haz algo de ejercicio, mejora tu apariencia… y te sentirás mejor.

8-Disfruta tu «aquí y ahora», entra en el flujo de la vida. No te digas, seré feliz cuando acabe mis oposiciones, cuando me case, cuando tenga un hijo… pues no… la felicidad está en el aquí y ahora. ¿Cómo? Realizando actividades que te introduzcan en el flujo: o experiencia óptima, que se logra cuando realizamos tareas a la altura de nuestras competencias, no más difíciles, pero tampoco más fáciles. Por encima nos producirán ansiedad y angustia, por debajo, aburrimiento.

Cuando experimentas esto, la sensación del agobiante transcurrir del tiempo desaparece y estás aprendiendo a ser feliz.

La felicidad no es el final del camino, sino el camino mismo.

Imagen: Pexels

Blanca Isabel Soria Arranz

Sexóloga, Psicoterapeuta Experta en Terapia de Pareja