La felación, ¿por qué gusta tanto a los hombres?

La felación, ¿por qué gusta tanto a los hombres? - PsicoÓptima

La «felación», del latín «fellare», chupar, se define como la estimulación bucal del pene. Esto es decir muy poco y decir mucho. Decir muy poco porque no se incluye la gran variedad de formas de esta estimulación, de técnicas y placeres. Y es decir mucho porque la introducción de esta palabra tabú en un artículo es muy altisonante y describe un largo camino recorrido «socialmente», en torno a esta práctica, que se sabe realizada desde el principio de los tiempos, pero solo reconocida y abiertamente nombrada en los últimos cuarenta años.

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La aceptación y el rechazo a la felación

La felación es una práctica erótica que siempre ha creado mucha controversia, no podemos eludir el mencionar las prohibiciones, prejuicios y rechazo que se le oponen. Hay reticencias tanto de tipo privado como religioso y social.

Para empezar, conviene constatar que esta práctica no es muy aceptada dentro de la tradición cristiana. Según expresa en textos tradicionales, el sexo debe tener como finalidad la procreación y, por tanto, el hombre debe depositar la simiente en la vagina. Esta práctica pues, y otras destinadas a aumentar el placer no son bien vistas.

Lo mismo sucede en la tradición islámica, donde esta práctica, como se expresa en El jardín perfumado, queda descartada.

Habrá quien se sorprenda, pero además, existen prohibiciones legales en un buen número de países, incluso en los más modernizados, como hasta hace pocos años en más de una docena de estados de Estados Unidos.

En la intimidad sería fácil, si en una pareja, tanto el hombre como la mujer o los dos hombres, tuvieran una actitud común de rechazo o aceptación, de consumo moderado, libre o limitado. Desgraciadamente esto en ocasiones no es equilibrado y suele ser el hombre el que desea el sexo oral y la mujer a la que no le apetece tanto. En las parejas homosexuales suele haber más aceptación por parte de ambos. En las hetero, sin embargo, por este motivo, algunos hombres padecen una verdadera frustración respecto al placer orogenital.

Y, a su vez, muchas mujeres se encuentran divididas entre expresar abiertamente su rechazo a esta práctica o someterse a realizarla de manera poco grata o forzada, y considerándola incluso a veces, algo humillante.

Esta visión se pone de manifiesto en múltiples encuestas , como el informe Kinsey en EEEUU y el Simón en Francia. En el americano se expresaba que al menos el 60% de los hombres había experimentado esta práctica , en el francés el 50%.

A finales del siglo XX un sondeo del Instituto Francés de Opinión Pública, junto con la revista Elle, decía que tres mujeres de cada cuatro no querían contestar y cuando lo hacían, solo una de cada tres admitía que nunca hacía la felación y solo una de cada cuatro declaraba hacerlo por placer.

Cuando comparamos estas cifras se desprende que a más del 50% de las mujeres no le gusta realizar la felación. De ellas, las hay que se niegan a hacerlo, las que lo hacen a regañadientes por complacer a su pareja, con asco o aburrimiento evidentes, o las que por sus bloqueos o inexperiencia se inhiben, a pesar de su buena voluntad.

Los hombres y la felación

Los hombres, sin embargo, la suelen vivir como la práctica más obsesivamente deseada dentro de las relaciones sexuales.

Para ello concurren al menos tres razones físicas:

1-La primera corresponde al altísimo grado de excitación masculina cuando se le realiza una felación. El pene, a través de la corona del glande y del frenillo se maneja estupendamente con la boca y las manos constituyendo un extraordinario instrumento de placer. Succión, lameteo, pellizcos, frotación, caricias, masturbación… todas las modalidades sexuales posibles-con otras muchas variedades aplicadas tanto «in crescendo» como “lentamente,» capaces de llevar a un hombre a un grado de tensión sexual inigualable.

2-La segunda explicación se debe a la naturaleza de la eyaculación, que no se contempla aquí como cuando se realiza el coito o se trata de una masturbación. En el caso de una «felación completa» y bien practicada, la impresión no es la de una simple emisión de esperma por orgasmo, sino que se trata de un «bombeo». El hombre tiene la impresión de que su pareja aspira el esperma desde lo más profundo de sus testículos.

3-La tercera, es que una eyaculación de esta naturaleza obtenida tras semejante tensión, aporta al hombre una relajación incomparable.

Pero la obsesión por la felación, por supuesto va más allá de las simples sensaciones físicas; el deseo del hombre se basa no sólo en la infinidad de juegos que ofrece, como el voyeurismo y las relaciones que se ofrecen a partir de ese momento entre la «felatriz» y él. Esta práctica es sin duda para el hombre la más lúdica que establece en pareja.

Por este motivo, no practicar la felación o hacerlo mal se puede llegar a convertir en un auténtico problema de pareja, susceptible de llevar a la pareja a una consulta de sexología o de generar infidelidades o rupturas al magnificar tensiones de otra naturaleza. O, a la inversa, porque cuando es practicada regular y sabiamente, nunca es nociva para su buen funcionamiento… esta «reina de las caricias», cuando se disfruta por ambas partes con placer, constituye una ocasión de gran intimidad compartida. Claro, la otra parte ha de sentirse también complacida con la recepción de caricias igualmente estimulantes, para que ninguno de los dos miembros de la pareja se retire con la sensación, como decía German Hesse de «haber abusado ni haber padecido abuso» y si, de haber compartido y disfrutado de un buen momento.

Blanca Isabel Soria Arranz

Sexóloga, Psicoterapeuta Experta en Terapia de Pareja

Imagen: Freepik