Qué es ser un «hombre» en nuestra sociedad

Qué es ser un "hombre" en nuestra sociedad - PsicoÓptima

Qué es ser un hombre en nuestra sociedad. A la gente nos gusta encasillar. Etiquetar. Poner todo lo que ante nosotros se nos presente, de manera rápida, en el sitio y lugar en el que creemos que debe corresponder que estén. Todo ello fruto, frecuentemente inconsciente, de nuestros propios miedos, prejuicios y proyecciones, que nos piden que lo hagamos para sentirnos seguros y así poder continuar lidiando con la ilusión de que controlamos algo.

Estos encasillamientos y etiquetas nos sirven para saber si nosotros mismos estamos dentro de lo «normal» o, como mínimo, «aceptable», y así sentirnos seguros, dentro del grupo; de la manada. En esencia, instinto de supervivencia que todavía nos supura desde el cerebro reptiliano más profundo que albergamos bajo nuestro sofisticado córtex cerebral. Pero también las aplicamos a las demás personas, sea a su aspecto físico, a su comportamiento, a su personalidad, y a muchos otros aspectos y factores, todo lo cual con una vara de medir que, confieso, siempre me ha parecido hipócrita, subjetiva y dañina, y para cuya elaboración siempre ha contado con la inestimable ayuda del márketing e intereses de cada momento, que ha hecho de este concepto, y de todo, lo que ha querido que fuéramos, tras una cortina de humo que nos ha hecho creer libres.

«Sé tú mismo/a». Es un eslógan que se ha repetido, y se repetirá, innumerables veces. Pero es difícil ser tú mismo en una sociedad que, a la misma vez que te dice esto, espera que seas y te comportes dentro del hipócrita baremo socialmente aceptado del momento, y en el que te intentan comprar y vender continuamente según convenga.

«Sí, sé tú mismo». Pero cuando lo eres, enseguida eres encasillado negativamente como modo disuasorio para que abandones ese camino. No vaya a ser que realmente acabes siendo tú mismo y provoques malestar en la mayoría.

Personalmente, siempre me he sentido un poco fuera de esa vara de medir. Cuando era joven, sentía la necesidad de encajar. De formar parte de esa «normalidad», tal y como la gente la entendía en aquellos momentos concretos, antes de que ese concepto volviera a cambiar, como siempre hará eternamente conforme las generaciones se sucedan y contemplen y entiendan la vida de distinta manera. Pero llegó un momento en que fui consciente del sinsentido y de la hipocresía que ello implicaba.

Por ejemplo, en el ámbito de la identidad sexual, habiendo nacido hombre, de mí se esperaba que manifestara con regularidad determinados comportamientos que la sociedad esperaba ver en alguien de género masculino. Comportamientos que la misma sociedad, a pesar de no desear, a la misma vez inculcaba transversalmente mediante su cultura y esperaba de quienes nacemos con pene. Como por ejemplo, agresividad, actos dirigidos por la testosterona, expresiones y gestos de dominio frente a las mujeres, autosuficiencia mal entendida, impulsividad, dureza, y, en esencia, ser una versión algo más moderna de James Dean, del hombre Marlboro o de cualquiera de los que aparecen en anuncios de televisión de maquinillas de afeitar en los que el modelo, musculoso, termina siendo acariciado y admirado por una chica.

Pero mi manera de ser nunca ha sido así. Al contrario, siempre he sentido que ese concepto de masculinidad imperante es tóxico y algo a evitar.

He nacido hombre, por supuesto. Siempre me he sentido hombre y siempre me he sentido atraído por las mujeres. Pero mi concepto de masculinidad no es, ni por asomo, como el esperado socialmente. ¿Eso me hace menos hombre? Por supuesto que no. Más bien creo que al contrario.

No obstante, es cierto que me he encontrado con numerosas personas que, al ver mi comportamiento, han dudado de que lo sea. Pero todo ello fruto de lo que decía al principio de esta entrada: por sus miedos, prejuicios y proyecciones. De hecho, no sólo por parte de los otros hombres que me han juzgado, sino, también, por parte de muchas mujeres. De hecho, muchos han llegado a pensar que, si no me comportaba de la manera que se esperaba en un hombre, debía ser que tenía problemas de identidad sexual, o por lo menos, les parecía «ambiguo». E incluso me han intentado «enseñar» cómo debía comportarse un hombre para que mi comportamiento cumpliera con lo que ellos esperan de sus prejuicios. Sin éxito, por supuesto.

Para mí, antes que ser hombre soy persona y me comporto como tal. En mí, prevalecen los sentimientos, la buena fe, el raciocinio, la compasión, la honestidad, el querer lo mejor para mis seres queridos y también para los demás, el desear lo mejor, el colaborar, el ser constructivo, el intentar poner mi grano de arena, del tamaño que en cada momento me resulte posible, el compañerismo, el amor incondicional, los cuidados, el apoyo emocional y el estar ahí. El querer formar una familia con la mujer de mi vida. El querer cuidar a mi familia, no como líder de la misma, sino como un igual con mi pareja. El querer cuidar de mis padres y los de mi pareja. Nuestros hijos, cuando vengan, en igualdad y en enseñarles valores.

Para mí, eso es ser hombre y ser persona

Es cierto que mi manera de ser – siempre en construcción, pero basada en estos cimientos – ha chocado con la de muchas personas, llevándome a perder oportunidades tanto de relaciones sentimentales con mujeres que esperaban que fuera de la manera antes manifestada, como de amistad o incluso laborales. Era el precio a pagar. Pero a la misma vez, me ha protegido precisamente de gente así, permitiendo que se me acercaran quienes valían la pena.

Realmente ya hace bastante tiempo que no me importa lo que se piense de mí. Porque me siento tan seguro de mi masculinidad, que no necesito encajar en la concepción predominante del momento que establezca lo que es ser hombre. Y cuando llegas a ese punto, ya sí, de verdad, comienzas a ser tú mismo. Porque me siento tan seguro a este respecto, que cualquier posible discusión con la sociedad respecto a qué es ser hombre, me ha quedado ya superada. Algo que, irónicamente, no parece haber superado la sociedad. ¿Porqué será? ¿Acaso dudan de su masculinidad?

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